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ENTREVISTA A DONATO NDONGO


En esta edición del SILA recibirá usted el Premio 3 Orillas, ¿qué supone para usted este reconocimiento?

 

La concesión de este premio supone mucho para mí. Me da la seguridad de que, tras cuatro décadas de actividad profesional, no son  inútiles los esfuerzos y sinsabores. Me permite constatar, además, que son ya muchos los que  conocen y valoran mis escritos y  demás posicionamientos. Como se  me otorga por toda mi trayectoria, significa  que el mensaje está llegando. Y al llevar el nombre del malogrado profesor Amadou Ndoye, es un orgullo que mi nombre fuera escogido para encabezar el homenaje que cada edición del premio significará para una personalidad que dedicó todos sus esfuerzos humanos e intelectuales en subrayar los lazos que unen Canarias y África,  España y su continente más cercano. A eso me dedico desde siempre, y siento  una  modesta pero legítima satisfacción que se empiece a reconocer esa labor.

 

En su opinión, ¿qué aporta la lengua española a la literatura africana?

 

En mi Antología de la literatura guineana, publicada en 1984, considerada por la crítica como libro fundacional de la literatura africana en lengua española, destacaba, siguiendo al erudito cubano Fernando Ortiz,  ciertas  características funcionales por las cuales el español resulta particularmente idóneo, más que otras lenguas originalmente europeas en que escribimos los africanos, para expresar nuestras emociones. Características  que han posibilitado una portentosa renovación de la lengua en que nos expresamos todos los hispanófonos, y que ha aportado obras vigorosas. Pensemos en la prosa de Carpentier, García Márquez, Zapata Olivella,  Lucía Charún Illescass, Borges o Cortázar; pensemos en la poesía de Nicolás Guillén, Nicomedes Santacruz, Cristina Rodríguez Cabral…  La incorporación de escritores africanos está llamada a enriquecer,  fortalecer y universalizar más aún  nuestra geografía lingüística. Relación simbiótica que nos interesa a todos porque  beneficia igualmente a hispanoamericanos, africanos y españoles.

    

¿Cree que la literatura africana está suficientemente reconocida en nuestro país?

Como todo fenómeno novedoso, tardará en ser asimilada y, por tanto, reconocida. Ciertamente,  ayudan poco las erráticas políticas lingüísticas seguidas por Guinea Ecuatorial desde su independencia;  pero, como  sostengo desde siempre, al final se impondrá la realidad de que existe una literatura en español escrita por guineoecuatorianos, saharauis y otros africanos que, si bien sus naciones no tuvieron lazos históricos con España, sus circunstancias existenciales les arraigaron   en la cultura hispánica.  Siempre insistiré en que, para que tal fenómeno solidifique, trascendiendo el exotismo, los creadores debemos esforzarnos en hacer una obra creíble,  que interese y perdure por su calidad. Aquí no sirve lo que los norteamericanos llaman “discriminación positiva”. La literatura es arte, y como tal, cada  obra debe sostenerse por sí misma, sin paternalismos ni otras consideraciones extraliterarias.   

 

¿Qué temas le ha interesado tratar como escritor?

El escritor no elige sus temas; le vienen impuestos. Fue siempre así, desde el nacimiento de la literatura en la Mesopotamia de Gilgamesh. De ahí que una función primordial del escritor sea dar testimonio de su tiempo. ¿Qué nos preocupa a los africanos de hoy? Se deduce siguiendo el telediario: la inestabilidad del África poscolonial, el subdesarrollo, la ausencia de libertad,  a su vez fuentes  de fenómenos perniciosos como la miseria generalizada, impulsora  de la huida masiva de nuestra   tierra. No seríamos honestos si nos dedicásemos a describir la belleza de nuestras selvas eludiendo el sufrimiento inhumano de sus habitantes; tenemos la obligación de reflexionar –y hacer reflexionar a los lectores- sobre las causas de tales distorsiones, que nos impiden  vivir con una cierta normalidad, con un mínimo de dignidad. Y sugerir los mecanismos de transformación, proponiendo e impulsando un cambio de mentalidad, induciendo a los demás  a ver el mundo desde nuestra perspectiva. Así  hicieron escritores de todos los tiempos, en  la Grecia y la Roma clásicas y en  la actualidad. Los modelos son Quevedo, Cervantes,  Dostoievski, Víctor Hugo, Dickens, Galdós, Virginia Woolf, Steinbeck, Miguel Ángel Asturias, James Baldwin, Peter Abrahams, Chinua Achebe o Wole Soyinka, por citar unos pocos.

 

Háblenos de El metro, novela que ha sido reeditada recientemente por la editorial Assata, ¿qué nos cuenta esta peripecia de un inmigrante camerunés en Madrid?

Desde Europa, parece que el inmigrante africano nace en la playa donde le arroja  la patera o recogen su cadáver: mero dato estadístico, al que explotar o compadecer,  exigiéndole  integrarse apenas llega a un país desconocido.   Me pareció mucho más útil dotarle de nombre y de  rostro, convertirle en un ser  humano como nosotros mismos.  Se debe asumir que ese “subsahariano”  está dotado de una historia, una cultura, una familia, anhelos, sueños, frustraciones…, sentimientos en definitiva. Para los africanos –que no emigramos por turismo o placer- es mucho más importante comprender  las causas que  nos obligan a  abandonar todo nuestro mundo, arrostrando mil penalidades y sin ninguna certeza ni seguridad, persiguiendo una quimera . La pregunta básica es qué quieren hacer de nosotros: si ni podemos vivir con sosiego y dignidad en nuestros países, aún  controlados por otros, ni tampoco aquí, alguien nos debe una explicación. Porque  quienes consiguen vislumbrar la orilla  libre y opulenta del mundo –imposible saber cuántos miles perecen en desiertos y mares-, encuentran vallas con concertinas, que hieren, y muchos otros obstáculos físicos y psicológicos que impiden armonizar su existencia. La manera más clara y sincera  era presentar a Lambert Obama Ondo  en toda su dimensión y circunstancias, en lugar del espectro caricaturizado con que se percibe al africano en las esquinas de las ciudades de Europa.

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