En términos
generales, ¿cuál diría que es en estos momentos el estado de salud del libro en
nuestro país?
No me suele
gustar hablar de ‘estados generales’ porque un sector como el del libro que
basa su sentido en la pluralidad y en la riqueza de contenidos goza de varios y
distintos estados a la vez. Creo que como ocurre con otros sectores de la
cultura, la situación general de crisis económica y de minoración en el consumo
y gasto en cultura y los cambios, que está suponiendo la nueva dimensión
digital hace que podamos hablar de un momento interesante donde se dan, por
resumir, tres posturas fundamentales. La de aquellas iniciativas que han nacido
ya en esta situación de crisis y que se muestran en genarl como más centradas
en claros mercados de nicho, con una apuesta clara o por los nuevos soportes o
por profundizar en la experiencia, fundamentalmente entre las librerías, y que,
al mismo tiempo, son estructuras más flexibles y con una mayor mentalidad de
trabajo en red utilizando también nuevas técnicas y estrategias de
financiación; la de los grandes grupos que apuestan por modelos transversales
multimedia y que se están decantando a considerar su pata del libro como una
pata residual porque el negocio lo tienen con más claridad en los sectores
relacionados con lo audiovisual que se adapta además mejor a los nuevos
soportes digitales; la ‘amplia’ clase media que va sobreviviendo y adaptándose
a la nueva situación y que pone mayor o menor esfuerzo según la edad de los
propietarios y el músculo financiero que tienen. Es aquí donde básicamente se
están dando los mayores problemas de salud.
¿Cree que en
estos días, las bibliotecas juegan un papel grande o pequeño dentro de los
planes de fomento de la lectura?
Creo que su
apuesta no es homogénea y depende de los marcos o de los campos de juego en los
que les toque moverse. Deberían jugar un papel importante y algunas de hecho lo
hacen, pero estas posibilidades vienen marcadas por la existencia o no de
Planes más amplios de fomento de la lectura coordinados con otras
instituciones, por la existencia de recursos económicos y personales asignados
a tales finalidades. Creo en cualquier caso que la Biblioteca como institución
es el eje central sobre el que deben pivotar los recursos y la coordinación de
acciones de cualquier Plan que se plantee con seriedad porque en el fondo es la
única institución que centra su trabajo en la lectura como elemento de valor
vital ya que en la escuela que también debe jugar un papel importante el valor
que se le da a la misma es más de mediación para el aprendizaje.
Haciendo un guiño
a la puesta en marcha de su reciente encuesta: ¿Cómo va su “fe bibliotecaria”?
Debo confesar que
soy un agnóstico quizás por la propia situación personal y por el acceso fácil
que he tenido siempre tanto en el ámbito familiar, como en el laboral al libro
como recurso. A ello quizás haya que añadir una de esas experiencias de
adolescencia que marcan. Uno que ya tiene unos años tuvo que sufrir una
asignatura que se llamaba F.E.N. (Formación del Espíritu Nacional) que los
viejos del lugar recordarán. El profesor proveniente de la Falange y enamorado
a su manera de las Bibliotecas, nos obligaba de alguna manera a tener que pasar
por la biblioteca para realizar los trabajos y el rechazo que esa situación me
provocó creo que todavía anda pululando por mi inconsciente.
Respecto al
sector de las librerías, ¿cómo ve el sector y sus vías de futuro?
Más allá de esos
discursos del cierre de 2 librerías por día que por cierto no son ciertos, creo
que en estos momentos las librerías están viviendo una de las épocas más
sugerentes que conozco en los últimos años. Por un lado creo que hay que
agradecer el trabajo que probablemente sin pretenderlo inicialmente está
haciendo Jorge Carrión que partiendo de su ensayo Librerías finalista del
premio Anagrama las ha conseguido poner en candelero y en el discurso del
sector del libro y de la cultura, por otro van surgiendo nuevas iniciativas que
puede que sean débiles económicamente pero que están tejiendo unas redes de
complicidad francamente sugerentes. No está de más recordar que las librerías
como red son en estos momentos el espacio que probablemente mayor actividad
cultural genere en este país.
Creo que con
todos los modelos de negocio posibles que en cualquier caso pasan siempre por
la especialización y la sostenibilidad el valor de la librería como espacio de
referencia irá creciendo y será más necesario en esta sociedad líquida donde
algunos quieren escondernos los posibles referentes con ojos y mirada para
imponernos sus códigos. Ahora bien, ser referente quiere decir ser también un
gran lector y ahí sí que muchos se tienen que ir poniendo las pilas.
¿Debemos ser más
críticos con el sector editorial?
Hay que ser
siempre crítico y poco complaciente con los sectores relacionados con la
cultura. La autocrítica y la crisis son por un lado campos fecundos por la
creación y, por otro, nos sitúa en una clara postura de honestidad ante los
ciudadanos y las instituciones. Lo demás suele tender a plañidero y
complaciente.
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