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¿Qué
supone para usted participar en esta edición del Salón Internacional del Libro
Africano?
Una oportunidad para volver a ver el mundo desde la perspectiva de
aquellos que la arrogancia del mundo llama “culturas marginales”. Una
oportunidad para reflexionar, para dialogar y conjeturar sobre lo que pasa en
los centros de poder del mundo.
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¿Cuál ha sido su
experiencia personal con la literatura africana?
Como para la mayoría de los
americanos y europeos que se interesaban por la literatura, los autores africanos que más leí en mi juventud en
Uruguay fueron Albert Camus y Naguib Mahfouz. Es muy raro encontrar en America
Latina literatura escrita y publicada en África. Que ambos hayan ganado premios
Nobel no debió ser un detalle irrelevante a la hora de elegir entre tantos
otros libros expuestos en las marquesinas de las librerías en tiempos en que
Internet era solo un rumor optimista. En Mozambique me interesó Mia Couto; me pareció
un gran escritor.
Sin embargo, durante el año de
1997 en que viví en aquel país, en los rincones más remotos y alejados de los
beneficios y de las calamidades del turismo, más que la literatura escrita me
interesaron las raíces de todas las literaturas, que es el espíritu siempre
diverso y siempre particular de un pueblo que no escribe ni lee pero está lleno, mejor dicho construido por sus propias
narraciones que a veces son mitos y a veces leyendas y a veces experiencias
personales que a los de afuera cuesta mucho comprender o aceptar. Nunca antes
me había sumergido en formas tan distintas de ver el mundo a las que estaba
acostumbrado ---las formas de un occidental clásico. Mi sorpresa y asombro
fueron tan grandes como mi incredulidad al principio y luego mi respeto y
admiración al final. No podría enlistar tantos momentos en la brevedad de una
entrevista.
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En
el compromiso político e identitario que se puede apreciar en parte de la
literatura africana, ¿puede encontrar similitudes con la literatura
comprometida latinoamericana?
Hay, al menos, una clara conexión histórica. Frantz Fanon, caribeño que realizó una buena parte de su trabajo como
escritor y pensador en África, influenció decididamente en el pensamiento Pos
Colonial y de forma explícita en escritores y revolucionarios como Ernesto Che
Guevara. Se puede criticar a Fanon y de hecho ha sido virulentamente criticado
por los escritores conservadores, pero es un hecho que abrió un camino precoz
en beneficio de una crítica radical a la esclavitud moral y cultural. Un
monumento de este pensamiento crítico, Orientalism
de Edward Said, publicado en 1978, es una especie de continuación más
sofisticada de libros como Peau noire,
masques blancs, 1952 y Les
Damnés de la Terre, 1961,
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Hace
poco nos dejaba el gran escritor e ideólogo Eduardo Galeano, con el que usted
mantenía una estrecha amistad, ¿qué nos resaltaría fundamentalmente de su
figura?
No estoy de acuerdo con que Eduardo era un “ideólogo”. Podría tener una tendencia ideológica, una ideología,
si quiere, como cualquier persona que tiene al menos dos ideas conectadas e
intenta explicar el mundo (una ideología es un sistema de ides), pero no era un
ideólogo, ya que no sólo no creó ninguna ideología sino que en ese sentido era
anti-dogmático, lo que en un lenguaje político-secular viene a ser a ser anti
ideológico.
Yo resaltaría su valentía
intelectual (aunque muchos la llamarán demagogia), lo cual es muy fácil:
insultar es fácil, pero no es lo que gigantes como Galeano hacían. Nunca dejó de
criticar y desarticular verdades arbitrarias, y si alguna vez toleró algo con
lo cual no estaba de acuerdo fue simplemente para no hacerle el favor a sus
adversarios, los verdaderos monstruos invisibles que juegan en primera liga.
Hubo todo un negocio editorial
entorno a tirar contra Galeano. Él dedico gran parte de su vida a criticar al
poder y a los poderosos; otros dedicaron sus vidas a criticar a Galeano y
vivían de eso. Decían, por ejemplo, que la crítica de Galeano y Las venas abiertas de America Latina era muy simplista: según Galeano,
el subdesarrollo de América Latina y de los continentes pobres se debía al
desarrollo ajeno. Claro que no debería ser así, si nunca hubiesen existido
imperios mundiales, esclavitud de pueblos menos desarrollados, intervencionismos
sistemáticos de unos gobiernos hegemónicos (no quiero decir “imperiales’ para
no herir sensibilidades) en los asuntos ajenos que siempre se traducían en
golpes de Estados y en dictaduras sangrientas con dimensiones de holocauto.
Como amigo, de él aprendí a no
darle importancia a los insultos, a los ataque personales, a no reaccionar por
quienes no valen la pena, a no perder el tempo cuando siempre hay algo más
importante de qué ocuparse. De los que de verdad tienen el poder (económico y
narrativo), de los condenados del mudo, de la tierra, como diría Fanon.
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Vive
y trabaja en Estado Unidos, ¿tiene el mercado editorial en consideración la
literatura africana? ¿Hay una distinción con otras literaturas?
Lamentablemente el público anglosajón es muy estrecho en esto. Cuando
hablan de literatura mundial hablan, básicamente, de literatura escrita en
inglés. Hasta el momento, la novela más clásica de la literatura hispana en
Estados Unidos, Bendíceme Ultima, de
Rudolfo Anaya, fue escrita en ingles. Pero
está claro que esta realidad está cambiando, no tanto por aquellos que
publicamos mayoritariamente en español sino por una insoslayable realidad
demográfica. Hoy más de cuarenta millones de personas hablan castellano como
primera lengua en Estados Unidos y la previsión es que en un par de décadas
pase de ser del segundo país hispanohablante del mundo al primero. Por otro
lado, las nuevas generaciones son los hijos de aquellos héroes semianalfabetos,
hombres y mujeres invisibles que en silencio están produciendo una revolución
que no la detendrá ni Donald Trump ni cualquier otro político millonario.
Hoy en día lo que se publica en español en Estados Unidos, en su
mayoría, refleja la poca educación y entrenamiento intelectual de esta
generación que además es intoxicada cada noche por cadenas nacionales como
Univisión. No obstante, un gran número de escritores que saben lo que están
haciendo ya están publicando en castellano. Son escritores fronterizos que
viven en Estados Unidos (una nación
hispana desde antes de su fundación y con sus propias particularidades) y casi
siempre publican en el exterior, a pesar de que el mercado (y en parte las
academias) no han advertido aun todo el potencial que tiene. Es una realidad
ignorada por la mitología literaria actual pero que no podrá ser ignorada por
mucho más tiempo.
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