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AIDA GOMES DA SILVA: Impresiones



AIDA GOMES DA SILVA
REVISTA Revue Noire, 15, Mozambique

Impresiones


El nombre de este escrito es impresiones. Vine aquí a tratar de buscar una vida.
Una poesía oculta en medio de gritos de indignación. Una sonrisa gratuita de un país donde todo el resto tiene precio de venta. Excepto ... Tal vez aquellos momentos, aquellas impresiones.
Hay momentos en la vida en que la lucidez se convierte en una necesidad y la frontera entre cliché y verdad desaparece. Vivo momentos como este desde que llegué a Maputo. África, la guerra, la paz, la pobreza. Compasión ... en busca de una fuente. Mis raíces en algún lugar entre las ruinas acumuladas de veinte años de ausencia.
¿Estaba preparada para aceptar una decepción? ¡No! Por favor, Dios. Quiero reír con el mismo impulso que concibe la fuerza del alma negra. Cómo me gustaría llorar a los pies de aquella mujer desdentada escribiendo mi destino con la compasión de las arrugas profundas. Una mujer que al ver que me acercaba murmuraría: "mis hijas". Sus hijas, las de verdad, caminan sin rumbo fijo, aturdidas por las palabras. El desempleo, la inflación, la reubicación. Ella comprende cada una de estas palabras con miedo y dolor. Comprenderlas le hace estremecerse. Sus nietas prostituyen su infancia por algunos dólares. Los otros más pequeños te miran con sus labios secos y te tiran a la cara la obscenidad de la pobreza. (Es por eso que se contrata a los policías para vigilar las terrazas, para proteger a los extranjeros de las visiones aterradoras).
La anciana esboza una sonrisa (una llanura erosionada) y asiente con la cabeza. Su cabeza envuelta en misterios inconclusos. Yo quiero hacerle una fotografía. Ella me lo reprocha y se niega. Yo me callo con el fin de escapar. Tengo que liberarme de cualquier emoción en esta ciudad. Incluso hay que evitar que el olfato y la vista ejerzan su función. Recopilar los datos que caracterizan a los actores sociales. En primer lugar, aquellos que están bajo la condición de renegados-olvidados.
"Permiten incluso que los locos andes sueltos por la ciudad" -se exaspera a la mujer medio-blanca y de mediana edad. Descendiente de los vestigios del siglo de oro portugués. "Antiguamente, construían pueblos para los leprosos. Estaban tras altos muros, donde ellos vivían y procreaban. Pero esto era en Zambezia".
Sí, antiguamente. Después están los simplemente pobres, sin dificultades más allá que las de la supervivencia diaria. (Al amanecer y al atardecer en la ciudad aferrados, colgando a los lados de los minibuses). La categoría que sigue a ésta es un poco confusa. Una mezcla de los que tienen mucho más que el resto y un poco menos que la verdadera élite. Una élite ostentosa e intoxicada. Como si la riqueza les protegiera de las convulsiones que la vida nos produce en el cuerpo a cualquiera. La casa del presidente está cerca de la playa. Detrás, allí donde el mar y la arena se rechazan y se reconcilian, hay minas. Recuerdo de una época en que el peligro era mayor. Antes de mi partida me invitaron a ir a ver África expuesta en fotografías. La grandeza. Los colores. Todo el contraste. La ansiedad y la desesperación, al mismo tiempo.
"¡Mira!" -Alguien señaló a un detalle. Un punto minúsculo en una fotografía que retrataba a una multitud (de una fiesta o un mercado) lleno de gente. El dedo estaba apuntando a un arma en la misma posición que el brazo cuelga al lado del cuerpo. Entre los tejidos (colores) y grandiosidad (las mujeres) el arma como un símbolo de mero capricho de la vida en África. Pero el miedo es inútil y exagerado en situaciones donde no hay ninguna razón para acordarse de lo que se esconde dentro de cada uno.
Un amigo me habló de la luna llena... y del mar en calma, ahora en julio.
El mismo mar que se enfurece en diciembre. "Como yo" -me dijo. Se convertía siempre en ansiedad y en cólera en diciembre, cuando había luna llena. Su mejor amigo fue asesinado por la policía en una noche de luna llena. "Un juego. La policía le preguntó apuntándole con la pistola, ¿crees que no te puedo matar? Bang. Simplemente asesinado".
Probablemente todo tiene que ver con la manera de estar en contacto con la realidad.
Expresar la vida y al mismo tiempo sobrevivir a ella. Quien vive en Europa no puede sentir esta realidad de la misma manera. A menos que se elija (muchas veces las elecciones no se hacen de forma premeditada). Una vez que se ha elegido, no es posible volver atrás. Es inconcebible respirar y lo que se crea y se vive en la "otra" realidad de Europa. Intento sentir. Ansío ser tocada por aquello que llaman una sensación africana. No es la exaltación, el miedo, la muerte, la simplicidad o la necesidad lo que busco, sino una de esas pasiones irreales y sin sentido. La experiencia que hace inolvidable a lo vivido. Probablemente soy uno de esos soñadores incurables, obesos de frustraciones y de navegación de paisajes vacíos. Brujería. El empleado quiere hablar con el mago para averiguar quién robó los cincuenta dólares que le dí para cambiar. ¿Hay sinceridad en esta historia? ¿No habrá sido mayor la tentación de "perder" que cualquier llamamiento a la razón? Y es por eso que nunca se ha demostrado el camino de la brujería. ¿Será que existe el futuro o se trata sólo de una proyección de los deseos del hombre? Me pregunto hasta dónde se elevan los límites de esa proyección para aquellos que viven y que quieren a Mozambique. Se responde con risas cuando digo que no entiendo por qué Mozambique tiene una esperanza de vida de cuarenta y cinco años. ¿Por qué alargar este espacio limitado en el que se le permite vivir y especular, para crear soluciones donde sólo hay contradicciones? Un poco de música (sin música, se detiene la vida), la diversión casual, la procreación y también el trabajo (el futuro inmediato en las manos).
Visité el pasado reciente de Mozambique, reducido a un edificio de cinco pisos con necesidad de reformas. La vida en la ciudad había comenzado incluso antes. Las siete de la mañana. Las hormigas "Dumba-Nengue" no parecen dormir. Circulan por las aceras, donde se abren caminos para vender, intercambiar, olvidarse de dormir y vivir.
"La Revolución" fue derrotada en las calles. Destinados los supervivientes a publicar en los noticiarios años de la añoranza eterna, y aún si hay alguien que quiere hablar mal de los muertos, verdaderamente nadie lo debe hacer. El respeto a lo que está muerto debe ser uno de los últimos tabúes para preservar. Tenemos que llorar a los muertos y continuar la vida. Se guarda la revolución en un edificio. Todavía es temprano. El museo está cerrado, pero los tiempos difíciles no han atenuado una cierta voluntad del empleado dispuesto a perder las llaves y olvidarse de la cubeta y trapo que limpiaba las escaleras. Además de los restos de manchas de sangre almacenados como efigies, el susurro de un viento muerto a través de las cortinas rasgadas, el olor de la ciudad entrando a través del cristal roto de la ventana, las palabras que han perdido todo significado porque eran muy fáciles de gritar y fotografías escogidas de forma selecta como símbolos de un episodio de la historia: más allá de esto está la calle, las casas, el mar de un lado y la tierra de otro. Mozambique no tiene ni siquiera la historia, porque sólo los mínimamente poderosos encuentran tiempo y voluntad para crearla. La historia se muere con el pueblo y cuando más tarde renace ese mismo pueblo ya no tienen nombre. Sólo quedan los Samoras, los Magalas y los Mondlane. Tal vez el vendedor de naranjas y cajas de fósforos (tiene cuatro cajas para vender) sea un ejemplo de la inutilidad de cualquier sentido de la existencia humana, por más trágico o triste que esto sea. Los ideales tienen el mismo origen que los sueños. Freud dijo en su Interpretación de los Sueños en 1990 que "el soñar funciona como un modelo de neurosis en miniatura". Por más que lo ideal tome una forma real, en los sueños más intensos hasta se llegan a ver colores y a sentir olores, siempre hay un despertar. Y el despertar es triste u optimista. Depende de lo que vemos. Pero muy poco depende enteramente de nosotros mismos. Sé que necesito una visión, pero no sé dónde la puedo buscar. ¿Como un pescador que lanza su red al mar?

Este texto ha sido cedido por la autora Aida Gomes para el blog del SILA.

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