Los tres días pasados en Santa Cruz de Tenerife gracias al SILA han sido un auténtico regalo. Vaya pues por delante mi agradecimiento.
El alejarse de vez en cuando de los ámbitos diarios de trabajo y encontrarse con nuevas caras y personas, al igual que conversar con algunas habituales, pero con distancia física al entorno cotidiano permite refrescar la cabeza y las ideas. De la misma manera salen guiños nuevos y pequeños deberes y compromisos fruto de la charla tranquila y de compartir información con sosiego y cerveza bien fría.
Todo parece hacerse más fácil.
Me quiero centrar en esta segunda ya que me permitió conocer a Pepe Olona de Arrebato libros y a Izaskun Legarda de la Librería de Mujeres de Santa Cruz de Tenerife.
Dos personas que ponen corazón, ganas e inteligencia a lo que hacen y a lo que tienen entre manos. También algún dolor de cabeza o de espalda. Ya se sabe que el trabajo librero es muy físico.
Nos movimos a gusto, creo, en los ámbitos de intentar tejer redes y pensar más en que el sentido de los proyectos proviene de la interdependencia relacional que tejemos que de otras cosas.
Y, en esta línea, me llevé dos grandes sorpresas.
De Arrebato, además de conocerla, ya me había hablado hace unos años el gran librívoro Imanol Zubero como uno de sus puntos de escapada madrileña. Escuchar todo lo que anda en ebullición en la cabeza de Pepe es un gusto. Disfrutar del vídeo de su ‘locura poética festivalera‘ otro.
Izaskun al terminar se despidió rápido. Dijo que tenía una actividad a la tarde en la librería. Así que a mitad de la sesión vespertina me acerqué por su librería. Al principio, desde la puerta, sólo divisaba a un numeroso grupo de personas en torno a una amplia mesa de madera comentando textos.
Me acerqué a Izaskun y la saludé. Ella, se levantó y se dirigió hacia delante a hablar con una persona que yo no divisaba en ese momento. Y al instante apareció uno de los editores que más guiños cómplices intenta buscar con las librerías: Juan Casamayor.
¿El motivo?
La librería había ganado el concurso de escaparates convocado por la editorial con motivo de la salida del libro Casa de muñecas de Patricia Esteban Erlés.
La historia, ya maravillosa, sobre el hecho de que en el local donde está la librería había antes una ‘casa de muñecas’ es como para escribir otro libro de cuentos.
Me vale en cualquier caso esta coincidencia para seguir dando en el mismo clavo de algunas líneas de trabajo que cada vez intuyo con más claridad.
- Se debe tener en cuenta que la librería es una empresa cultural con gran carga personal que le aporta ese valor totalmente personal de ‘sueño soñado despierto’.
- Hay por lo tanto tantas librerías como sueños y no puede haber dos iguales.
- La independencia y el sentido de los proyectos se juega en la relación con los otros sean editores, clientes, autores, bibliotecarios…
- Se puede vivir bien, cada vez son más los que lo hacen, fuera del sistema asociativo que se considera en muchas ocasiones que no aporta nada sustancial. Las redes informales son más eficaces.
- El cuidado del espacio es un valor al alza y es o debe ser un reflejo de la personalidad del proyecto.
No me alargaré citando al resto de personas que anduvieron por el SILA. Sí le agradeceré a Ángeles la invitación que me hizo para asistir.
Una nota final.
No sé quién le habrá contado a Eva Orúe que esta es la ‘normalidad de funcionamiento‘ en una librería
Normalmente, las librerías funcionan como sigue: cuando pasa el comercial de la distribuidora ofreciéndoles los títulos recién salidos de la imprenta, el responsable de compras decide cuál le interesa, y cuántos ejemplares. Ejemplares que no compra, sino que se quedan en depósito. Si los venden, estupendo; si no, pasado un tiempo prudencial devolverán esos volúmenes que ya no tienen salida, y les ocupan demasiado espacio.
No hay planteamiento más errado que pensar que existe una normalidad en el funcionamiento y en las relaciones entre editores, distribuidores y libreros.
Probablemente no haya dos iguales. Y, en cualquier caso, el problema sobre la normalidad que señala Eva Orúe es que en España parece que hacemos todo al revés. Ese sistema que describe nació en el momento de la gran Depresión americana (Cf. Michael Korda; Editar la vida; pag. 281) y aquí lo hemos estado aplicando en algunos casos alegremente en tiempos de bonanza y como si fuera lo habitual.
Pues va a ser que no y, en cualquier caso, quienes se mueven en los márgenes y los nuevos proyectos en la mayoría de las ocasiones ni les preocupa.
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